El verano en Seattle
Ver el cielo en verano es poesía, aunque no esté escrito en ningún libro. —Emily Dickinson
Espero estés disfrutando de tu verano. Acá en Seattle, donde llueve todo el año, el verano es la estación más esperada. Tan pronto sale el sol, guardamos los abrigos, las gorras, guantes y paraguas y sacamos las camisetas, shorts y traje de baño del año previo, que están como nuevos porque se usaron poco. Los veranos suelen ser demasiado cortos y los inviernos demasiado largos. Por eso, hay que aprovechar cada rayo de sol que se nos concede y disfrutar de actividad al aire libre lo más posible: caminatas en los senderos, chapuzones en lagos o ríos, picnics bajo la sombra de los cerezos en cualquier parque. A veces basta con echarse sobre el césped del jardín a leer un buen libro. El aire huele a fruta de baya, a la parrillada de los vecinos y a la loción bronceadora de coco que te embarras en la piel. Ir al mercado es una gozada porque por fin encuentras frutas que te recuerdan a tu amado Veracruz: sandías, piñas, melocotones, nectarines, y a veces ¡mangos! Es difícil encerrarse a escribir en el verano porque sabes que la lluvia llegará, quieras o no, cualquier día. Y sabes, por experiencia, que la lluvia trae consigo a la Musa quien, esta vez, llega oliendo a café…